Críticas (CD El abrazo)
Classical Guitar, Marzo 1998 (traducción)
Este disco es el octavo de la serie “Guitarras del Mundo” de EPSA Music y es un disco realmente extraordinario. En primer lugar, la interpretación
de Ignacio López es de la más alta calidad – musical, exacta y apasionada – pues capta el sentimiento de la música a la perfección en cada momento. En segundo lugar, el disco fue una revelación (por lo menos para mí) pues en él se da a conocer un compositor valioso, un tal Quique Sinesi, cuya aportación al programa consiste en tres piezas hermosas compuestas para la guitarra que son realmente encantadoras. Por último, da gusto que un programa tan bueno, interesante y conmovedor y lo que es más, de tan larga duración (22 piezas) sea compuesto principalmente por piezas desconocidas. López demuestra también que él mismo es un compositor de la misma categoría que los demás en esta lista, al incluir no menos de cinco de sus propias composiciones originales y encantadoras. Le acompaña Francisco Gamallo en las piezas de Gismonti, Machado y Jobim. La composición Agua e Vinho de Gismonti es una de las muchas delicias de esta grabación. Este disco es una maravilla de principio a fin y lo tendré presente por mucho tiempo. Sumamente recomendable.
Steve Marsh
Revista Voice (España), número 26
No hay saco definido en el que meter la obra de guitarristas como Ignacio López (Vigo, 1963). El que escribe sobre lo que escucha, acostumbra a apelar con temeraria facilidad al segmento conocido popularmente como nueva música instrumental contemporánea ante repertorios que escapan del pop-rock-soul-folk-lo-que-sea. El problema -que lo hay- es que resulta indecente adjuntar tíos que
han pasado su juventud en conservatorios con otros cuyo mayor mérito ha sido traducir adecuadamente las instrucciones de los chismes electrónicos que se compran, que enchufan, planea graban. En este sentido sucede que unos, los primeros como Ignacio López pueden convertirse en victimas de su eclecticismo; para los segundos, aparecer en cualquier parte será un chollo, incluso en programas de horario insolente para quien depende del despertador y de todo lo que ello comporta. También existen de los que escriben sobre lo que oyen, que ensartan la banderilla del nuevo folk, de la música del mundo o se acuerdan del pasadísimo concepto de la globalización musical, al mínimo efluvio brasileño que desprende la guitarra objeto de juicio. Mal. El repertorio de Ignacio contenido en este compacto de procedencia argentina hubiera corrido mala suerte si se le designa con la frivolidad adjetivacional con que a veces confundimos nuestras resacas los que escribimos sobre lo que escuchamos. Hay frutos que precisan ser paladeados con tiempo, dedicarles la atención que el instinto reclama. La de Ignacio López es una técnica depuradísima, capaz de eludir la obsesión del crítico por conjuntar, una obsesión más propia de Euler que de un escuchador profesional (o al menos, maduro). La presencia de partituras de Baden Powell, Jobim, Piazzolla o Gismonti es su interpretación, no son requisito para aparcelar su carácter guitarrístico en un mañido cajón de la world music, no. Lo suyo está por encima de la etiquetación barata, pro- ducto de una atención concentrada en una sola escucha. La lectura que Ignacio realiza sobre obras de estos compositores sin fronteras, como las de otros menos arropados por la popularidad (pero probablemente con parecido prestigio) abunda en el matiz, en el arpegio que les caracte- riza a unos y a otros. Su guitarra es de academia, su resolución firme y esperanzadora. Sus propias músicas, las escritas por López, nos traen el sol de Villalobos y de los que más han hecho por la guita- rra terrenal. No hay pues, capirote identificativo con que tocar un repertorio iluminado por el amor a las seis cuerdas, por el privilegio de saber que decir con ellas
C.